Describir no es más que detallar el aspecto de algo o alguien por medio del lenguaje. Pero describir no siempre sirve para crear atmósfera. A veces parece una simple lista de atributos, tan parecido a un retrato policial que nos deja más fríos que un cadáver. Por eso, vamos a ver cómo con tres detalles se hace la diferencia entre describir o crear atmósfera.
Haz que la descripción acompañe a la acción
Cuando empezamos a escribir, es mucho más sencillo compartimentar nuestro discurso. Esto es, separar la parte en la que describimos de la parte en la que ocurren cosas o hablan personajes. En ocasiones, esto funciona bien, como cuando nuestro narrador está en un momento pausado de la trama. Pero, en cambio, no es muy aconsejable hacerlo cuando estamos en medio de una escena. ¿Por qué?
Las descripciones afectan al ritmo. No es lo mismo escribir, por ejemplo, todo un diálogo de corrido, sin nada más que un par de acotaciones del narrador para especificar quién habla, que otro en el que, tras cada intervención, el narrador se fija en algún detalle del paisaje. El primero dará la sensación de un diálogo fluido (incluso rápido si las frases son cortas y reducimos al mínimo la intervención del narrador), mientras que en el segundo se percibe una atmósfera mucho más relajada, quizá pensativa, quizá distraída.
Lo mismo pasa cuando la descripción se entrelaza con la acción. No podemos prescindir de ella. Es necesaria para formar un buen dibujo en la imaginación del lector, pero se vuelve muy efectiva precisamente cuando no se nota, cuando forma parte de la propia narración.
Por primera vez en mucho tiempo pudo ver el mundo exterior. Era brillante. Tanto que tuvo que cerrar los ojos para refugiarse un momento en su familiar oscuridad. Pero el sol era tan fuerte que sus párpados no conseguían detener toda su luz. Caminó hacia el exterior, sintiendo los pasos de sus entorpecidas piernas sobre un suelo de verdad, sin rocas ni hoyos. Tan liso que podría dormir sobre él.
Aprovecha todos los sentidos
La mayoría de los seres humanos somos muy visuales. De vez en cuando, el oído nos ayuda a completar esa imagen. Pero son otros sentidos como el tacto o el olfato los que conectan directamente con nuestro subconsciente. De hecho, el olfato está conectado con el sistema límbico, es decir, con nuestras emociones. Por eso un aroma puede trasladarnos de golpe a algún recuerdo que teníamos olvidado o a un lugar familiar que hace mucho que no pisamos. Aprovéchalo en tus textos. Añadiendo más sentidos a la mezcla conseguirás llegar de una forma mucho más directa a las emociones del lector. No es lo mismo despertar con el aroma del café recién hecho a hacerlo con olor a quemado, ¿no?
Por ejemplo, vamos a describir la misma situación dos veces: una usando solo la vista y el oído y la otra aprovechando el resto de sentidos:
Cuando despertó, por fin era más de mediodía, pero no se dio cuenta al principio porque unas nubes cubrían el cielo, creando una atmósfera gris y dejando caer una gotas que golpeaban la lona de la tienda de campaña. Había dormido casi quince horas, y podría haber seguido durmiendo un poco más, pero la comida que estaban preparando fuera había despertado su apetito y, con ello, también a él, por lo que finalmente salió del saco de dormir.
Es una descripción perfectamente válida. Pero en el siguiente ejemplo vamos a ver cómo, si metemos el resto de sentidos, pasamos de describir a crear atmósfera.
Sintió la boca pastosa y con un sabor extraño y un poco ácido. No sabía cuánto tiempo llevaba durmiendo, pero podría haberse quedado un poco más. Le encantaba la sensación de tener el cuerpo caliente dentro del saco, mientras en la cara notaba el frescor de un día nublado. Se sintió arropado unos minutos por el aroma a petricor y el constante golpeteo de la llovizna sobre la tela de la tienda de campaña, pero, finalmente, el sonido de su estómago lo empujó a levantarse al recibir de lleno el aroma a carne a la brasa que una brisa caprichosa le había hecho llegar desde la hoguera del campamento.
Elije la palabra correcta
No siempre la palabra más exacta es la más aconsejable. Al menos no para construir la atmósfera. Podemos permitirnos el lujo de utilizar términos sin su significado literario para darle mayor fuerza a lo que queremos contar y, de paso, darle un tono muy preciso a nuestra escena.
Usaremos palabras que nos evoquen sentimientos de rechazo para describir una situación desagradable, mientras que en una escena ceremonial, donde queremos que el lector perciba un momento importante, utilizaremos términos que nos transmitan esa dignidad o esa «limpieza».
Ejemplo:
«El agua caía en tromba. Las alcantarillas y desagües rebosaban y devolvían –regurgitaban, por así decirlo- unos desechos de fango, limo y mugre, de cadáveres de perros, cadáveres de ratas, gatos y cosas peores; entregaban de vuelta al mundo de los hombres todo lo que estos habían creído dejar atrás; fluían, atropellados y borbollantes, hacia el desbordado y acogedor río Támesis; escapaban de entre sus márgenes con la espuma de remolinos de una sopa inanerrable que hirviera en un caldero espantoso, bocanadas que daba el propio río como un pez agónico. Pero los que sabían del asunto, siempre decían que la lluvia de Londres, por mucho que lo intentara, jamás podría limpiar la ruidosa ciudad, pues sus esfuerzos solo lograban dejar al descubierto la siguiente capa de suciedad. Y en aquella noche sucia había asuntos apropiadamente turbios que ni siquiera la lluvia podía lavar».
Vemos que casi todas las palabras elegidas evocan cosas desagradables. Incluso los verbos, como regurgitar, han sido elegidos para crear ese efecto, para que la ciudad parezca estar ahogándose en su propia podredumbre. No hay ni un solo adjetivo agradable. Nada que aporte algo de color o de frescura. Todo es agobiante, gris y pestilente, sin que haya utilizado ninguna de esas palabras o sus sinónimos directamente.
En septiembre de 2018, en el club os invitamos a practicar la diferencia entre describir o crear atmósfera con el reto de Con los cinco sentidos. Aunque, obviamente, ya no se puede participar en el reto, siempre es un buen ejercicio para hacer en casa. Puedes elegir cada vez un sentido diferente. O elegir dos de ellos. ¿Te animas a intentarlo?
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